EL
MUNDO
18 julio
2016
Raquel Villaécija
Fue uno de los grandes descubrimientos de la industria cosmética.
Ocurrió hace 80 años, en el laboratorio de un químico francés amante del
deporte de vela que quería dar con una fórmula que lograra proteger la piel de
las quemaduras del sol durante las regatas. Era el año 1935 y se cocinaba una
de las mayores innovaciones del sector en aquel momento: el primer filtro
solar.
Aún no ha pasado ni un
siglo desde que el fundador de L'Óreal, Eugène Schueller, acertara con
esta poción pionera contra los rayos solares y el sector ya ha avanzado a una
velocidad vertiginosa: en unas décadas se han formulado cremas que broncean,
que retrasan la aparición de arrugas, soluciones para colorear las canas, para
lavar el pelo en seco sin necesidad de aclarado, o para nutrir y proteger la
piel en una sola aplicación.
La innovación es el cordón
umbilical entre aquella primera loción más rudimentaria, las cremas más
sofisticadas que existen hoy en el mercado y las que habrá en el futuro, cuando
la cosmética esté conectada a las aplicaciones móviles y sea capaz de
monitorizar los gestos de higiene y belleza más cotidianos.
«El sector de la cosmética
es uno de los que más ha innovado y de los que más dinero ha invertido e
invierte en investigar nuevos avances», señala a MERCADOS Gustavo Núñez,
director de la consultora Nielsen Ibérica.
Cremas que cuentan arrugas
En unos años veremos
aplicaciones capaces de contar las arrugas que nos han salido en el rostro en
las últimas 24 horas, al estilo de las que ya contabilizan los pasos o las
calorías consumidas durante el día.
«Es como la balanza
digital. Las primeras que se crearon sólo te decía el peso; ahora te miden la
masa muscular, el índice de masa corporal...», ilustra a este suplemento Delphine Viguier-Hovasse, presidenta de Garnier, marca con más de 100 años
de historia que fue adquirida por el grupo L'Óreal en
1904.
Es la segunda enseña del
grupo. Su facturación se ha doblado en los últimos diez años y España es su
décimo mercado más importante y uno de los principales a nivel mundial.
Garnier es responsable de
muchas de las innovaciones que se han lanzado en la industria cosmética a lo
largo de las últimas décadas. Bautizó el citado primer filtro solar y también
fue la marca que introdujo las llamadas BBCream en
España.
Un siglo de innovación
«El éxito está tanto en
crear nuevas soluciones como en hacer que esos avances sean accesibles para
todo el mundo. La innovación también es democratizar los productos», relata la
ejecutiva en su despacho en París.
L'Óreal es la empresa cosmética que más invierte en
investigación y desarrollo. Dedica casi 800 millones de euros al año a ello y
tiene a 4.000 investigadores trabajando en el desarrollo de nuevos productos.
Recientemente acaba de
lanzar una de sus últimas innovaciones, que ya da pistas de cómo serán las
cremas del futuro. Se trata de un parche digital que se adhiere a la piel y
mide la radiación solar. Lo han lanzado los laboratorios La Roche Posay (también del Grupo L'Óreal)
y es el primer dispositivo tecnológico elástico de estas características que
hay en el mercado.
Cuenta con un sensor que
mide con precisión la radiación UVA. A diferencia de otros dispositivos rígidos
que ya existen, este parche es fino, lo que permite que se pueda adherir a la
piel. El adhesivo cambia de color cuando le da el sol, y está conectado con una
aplicación para smarthphone que advierte al usuario
que lo lleva puesto cuándo se está sobreexponiendo.
«Hay una conexión cada vez
más fuerte entre el uso de un producto, la rutina de belleza y lo digital»,
explica Viguier-Hovasse,
para quien el futuro pasa por una «belleza personalizada (a la carta) y ultra
rápida».
«El mayor hito desde que se
creó Garnier ha sido la incorporación de la mujer al trabajo. Eso cambió las
rutinas de belleza y marcó el paso de las innovaciones. En el futuro se buscará
una cosmética personalizada y que sea aún más rápida», explica.
Comprar tiempo
Según Gustavo Núñez, de
Nielsen, el sector de la cosmética «es una de las áreas más punteras en
innovación y que tiene más margen». Según el experto, el reclamo de la salud
(estrechamente ligado al de la belleza) y de mantenernos jóvenes «siempre ha
funcionado» y por ello el sector invierte tanto en I+D, incluso en épocas de
crisis.
Grupos como L'Óreal, pero también Procter & Gamble (ambos dueños de
la mayoría de productos de higiene y cosmética que usan los consumidores) «han
sabido explotar esta oportunidad».
Núñez coincide con Viguier-Hovasse en que una de las
áreas que tiene mayor interés de cara al futuro es «la de las cremas que te
facilitan la vida: que te ahorran tiempo. Lo que compras, más que una fórmula
determinada que retrase el envejecimiento, es sobre todo tiempo», dice.
Ya existen cremas que
iluminan, hidratan, protegen del sol y colorean la piel a la vez, todo en un
solo gesto. Y aunque hoy parezca una quimera, en unos años podríamos disponer
de una aplicación que registre los brillos de la piel o las arrugas que nos
acaban de salir y, en función de eso, nos diseñe una rutina de belleza
específica. Una especie de espejito mágico, parecido a los relojes inteligentes
que ya existen en el mercado.
«Hay innovaciones que
vienen de lejos, como son las investigaciones biológicas sobre los factores que
aceleran el envejecimiento de la piel, por ejemplo. Encontrar una fórmula que
permitiera protegerla de los efectos nocivos del sol llevó muchos años. Son
trabajos a muy largo plazo. Luego hay otras innovaciones que lo que hacen es
mejorar los productos ya existentes y que requieren algo menos de tiempo»,
relata la ejecutiva de Garnier.
¿Cuántos años de investigación?
En ambos casos, todos estos
productos se cocinan durante años en los laboratorios de las diferentes marcas.
Pueden tardar de cinco a siete años en ver la luz y requieren de mucha
inversión para poder desarrollarse y comercializarse, aunque, según advierte la
experta, «las investigaciones más largas no siempre son las que mejor
funcionan».
Que en el mercado haya cada
vez más productos libres de parabenes o de siliconas
«es un gran avance», pues, según explica la francesa, quitar las siliconas de
un champú requiere de un complejo proceso de investigación «que puede llevar
unos seis años».
Hay otros avances que
parecen casi de ciencia ficción. En el sector del maquillaje, por ejemplo, ya
existe un producto que utiliza la realidad virtual para hacer un reconocimiento
facial y que las consumidoras experimenten cómo les quedaría un producto concreto
en su rostro, sin necesidad de aplicarlo.
Este invento se llama Make Up Genius y se basa en un complejo algoritmo que hace
un mapeo facial y capta 64 puntos de la cara y 100 expresiones faciales
permitiendo probar el maquillaje a tiempo real y en movimiento. Como una
especie de espejo virtual donde probar el maquillaje.
Este tipo de aplicaciones
que te cuentan los lunares o las manchas nuevas que te han salido en la piel,
ya existe, aunque de momento sólo para uso médico.
Digital, pero también natural
La cosmética de los
próximos 50 años combinará esa tecnología con la vuelta a los orígenes, «que
haya productos lo más naturales posibles y que sean para todos. Innovar es
lograr que todo el mundo tenga acceso a los avances. Es una necesidad y un
deseo, pero también una adaptación o reinvención de un producto que ya existe a
la realidad local de un país o a las necesidades del consumidor en un momento
dado».
Para Viguier-Hovasse, la innovación también pasa por la sostenibilidad,
por crear productos que tengan un impacto cero sobre el medio ambiente. En este
sentido, imagina «una ducha reciclada», que consiga filtrar el agua para
minimizar su consumo, sobre todo en los países donde hay escasez. Que ya haya champús secos o que requieran de muy poca agua para el
aclarado «es un avance en los lugares donde este recurso natural es limitado».
«El futuro de la cosmética pasa por volver a lo natural. Todo eso amplificado
por lo digital», relata.
La investigación capilar es
otro de los nichos de futuro. También en este sentido compramos tiempo. La
visita a la peluquería ha sido sustituida por los tintes para aplicar en casa.
E igual que existen ya los champús en seco, los
expertos no descartan que veamos en breve un tinte instantáneo, para usar en el
mismo momento.
L'Óreal tiene en París el mayor laboratorio de investigación
capilar del mundo. En sus salas se analizan cabellos de las diferentes etnias y
orígenes. Un espacio con más de 25.000 metros cuadrados, 400 científicos y la
tecnología más puntera, como máquinas que imitan las aplicaciones de los
diferentes productos en el pelo y valoran cómo le afecta el clima.
También tiene robots que
preparan nuevas soluciones y herramientas que evalúan fórmulas virtuales. El
grupo dedica a investigación y desarrollo el 3,5% de su cifra de negocio y sólo
en el año 2011 se registraron más de 600 patentes.